domingo, 8 de febrero de 2015

Vivir en el tiempo y salud mental

Siempre me han gustado los razonamientos que, de una manera sencilla, logran dividir la realidad en porciones manejables. Por eso me pareció interesante resumir aquí las cuatro grandes formas de estar en el tiempo. Lógicamente estoy simplificando una cuestión bastante más compleja, la de la importancia que en nuestra consciencia presente tiene la representación mental de nuestro pasado y nuestro futuro, pero creo que vale como aproximación.

La primera de ellas es la de los inmaduros (o los niños, pero en su caso es lo que toca): vivir únicamente en el presente, en la inmediatez sin experiencia y sin previsión de consecuencias. Esta es la forma de aquellos que son esclavos de sus deseos, de su incapacidad para posponer la gratificación o para manejar la frustración. Suelen ser personas impulsivas, erráticas, caprichosas, dramáticas, muy intensas en lo bueno y en lo malo. Y se suelen dar tantos golpes que, en la mayor parte de los casos, acaban aprendiendo de los mismos.


La segunda forma es la de los melancólicos: aquellos que con demasiada frecuencia echan la mirada atrás, lamentándose por aquello que quedó atrapado en el pasado sin posibilidad de vuelta, por aquello que cambió, que nunca más tendrán. Es la forma de estar de los depresivos, de los nostálgicos, de los que no termina nunca de pasar página.


La tercera forma es la de los ansiosos, o podríamos decir también los obsesivos, los neuróticos, los hiper-maduros; en una palabra: los inseguros. Es aquella forma de estar en la que la mente continuamente quiere anticiparse a lo que va a venir, imaginando las múltiples posibilidades (en muchos casos amenazantes) de nuestro devenir por la vida.


Y por último está la forma que yo llamo "inmersión". Quizá sea ésta la más deseable: se trata de estar habitualmente sumergidos en ese paréntesis de tiempo del presente inmediato (entre el futuro próximo y el pasado reciente) que nos hace mantener una atención plena, un "carpe diem", aunque en ocasiones podemos emerger, sacar el periscopio y echar un vistazo a lo que remotamente dejamos atrás y a lo que se adivina allá en lontananza.


No me resisto a colgar aquí un poemilla de mocedad, a propósito de esto, de la vivencia del tiempo. Ya ni recuerdo el título. A ver si recuerdo el contenido.


Somos náufragos errantes
que en medio de la tormenta
flotamos sobre el instante...

Pero el instante no espera.

Marchamos hacia el futuro
densa niebla gaseosa,
llena de sueños, de augurios
de certezas y de sombras.

Y es real lo que uno siente,
mas, parece imaginado
cuando el esquivo presente
se congela... y es pasado

Se quedarán los recuerdos
como hielo, hechos cristales.
Nosotros les seguiremos...

algunas olas más tarde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario