miércoles, 11 de marzo de 2015

La coordinación en psiquiatría: minimalismo aplicado

Reuniones e inteligencia colectiva (1)

Coordinar a varios profesionales parece complejo, y que exige altas capacidades. 

Algunos psicólogos plantean que supone sufrir: manejar transferencias, fenómenos grupales, emociones intensas que "emergen"... Y aciertan, ya que en sus reuniones pasan esas cosas.

Algunos hiperdemócratas plantean que supone "respetar" (verbo transitivo que equivocadamente usamos sin objeto, pero de eso hablaré otro día...). Por eso, ceden la palabra educadamente al compañero, aplauden en silencio para no interrumpir, repiten mucho la palabra compañero, y reprimen con santa sonrisa la tensión que les provoca la lentitud e inoperancia de sus reuniones...

Algunos "jefes" (palabra que aplicamos mal, ya que uno sólo es jefe de sí mismo y de su casa...) plantean que las reuniones dependen de lo fielmente que se siga el orden del día, de repetir mucho la palabra sinergia para que se sinergie todo el mundo, de dejar clara la jerarquía, de comenzar puntual y terminar puntual...


He asistido a muchas reuniones de coordinación en psiquiatría. A menudo, quienes participan en dichas reuniones, se remueven en sus asientos, al ver que se convierten en intentos atropellados (y frustrantes) de resumir telegráficamente la complejidad de un paciente, o en votaciones sobre quién es más listo, o trabaja más, o manda más, o es el dueño del paciente, o en realities de popularidad de una decisión... 





Pero en realidad, coordinarse es insultantemente sencillo: lo hacen las aves al volar en bandada, los delfines al pescar, las hormigas, las abejas, los niños  jugadores de fútbol (y no siempre son los más listos de su clase...), los pandilleros al ir a por los rivales...





¿Cómo lo hacen? 




Una vez más, hemos confundido objetivo con consecuencia. La coordinación no es un objetivo: es una consecuencia de que un número manejable de individuos capaces persigan lo mismo, y que con el rabillo del ojo vean dónde están los otros, y se hagan gestos sencillos para órdenes simples (como los jugadores de baloncesto, los soldados de fuerzas especiales, los lobos cazando, nuestras reuniones de rehabilitación...) El elemento que armoniza a las invitadas a una boda no es su prodigiosa memoria, ni largas horas de esfuerzo ensayando. Es... la música (concretamente, y no alcanzo a comprender el por qué, esta música...). 

El elemento que armonizaría las coordinaciones en psiquiatría es buscar serenamente de manera habitual lo que ayuda al paciente. Buscarlo fuera de la reunión, quiero decir. 



¿Entonces, ya no nos reuniremos? 
Claro que sí, pero redefinamos las reuniones... Las reuniones han de ser para coordinarnos. Primero tenemos que ordenarnos cada uno hacia una dirección común, y luego, en la reunión, compartir sutilmente ese orden para no chocarnos. Co ordinarnos. Lo dice la palabra.

¿Y cuánto tenemos que coordinarnos? Todo.
¿Y reunirnos? Ah, eso es diferente... Reuniones hay que tenerlas según los objetivos.

Frecuentes y breves, para transmitir los titulares rápidos,  las noticias, las pinceladas.

Con algo menos de frecuencia, y algo más de duración, hay que tener algunas para pensar juntos, compartiendo un análisis sereno sobre un caso concreto (paciente, situación) o revisando en breves trazos lo cotidiano que nunca llega a ser noticia. Buscar en común el sentido común (tengo la intuición de que quien creó la expresión quería decir eso, el sentido que se encuentra en común, no el sentido que comunmente tenemos a solas...)

Y de vez en cuando, reuniones especiales, sin mirar el reloj, de celebración, de anuncio importante o, si fuese el caso, de crisis (que, en general, va a ser que no hacen falta si todos oímos la misma música, es decir, si no se nos ha colado ningún psicópata adaptado en el equipo...)


Y en todas ellas, formales e informales, podemos aprovechar (sin convocarlas para eso) para vernos las caras, y compartir emociones (cansancio, ilusión, perplejidad, paz...), y sentirnos parte de un equipo que se mueve.









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