martes, 10 de marzo de 2015

Sobre el silencio en psiquiatría




Silencio...

Parece una palabra sencilla, definida sobre todo por la ausencia de algo, de sonido, de palabras...

Pero, como ocurre con muchas otras palabras sencillas, en realidad el silencio esconde muchos matices.


Hay silencios en los grupos:

Hay silencios  aislantes, de personas ubicando soledades en sillas contiguas, pero sin compartir compañía.

Hay silencios asustados, por miedo a decir algo que se pueda volver en su contra.

Hay silencios adormilados, o directamente dormidos.

Hay silencios casuales, ángeles que pasan.

Y hay silencios maduros, de pacientes que piensan y terapeutas que saben esperar sin dirigir la sesión (esos a mí me cuestan)...



Los pacientes nos muestran distintos silencios:



Hay un silencio terco, de labios apretados, defensivo y cabizbajo, de quien no quiere seguir hablando "si no es en presencia de su abogado".

Hay un silencio angustiado, de quien siente que le están grabando, o que va a pasar algo muy malo si habla...

Hay un silencio pegajoso, disártrico, de quien tiene la mente tan embotada por pastillas que no despierta a hablar.

Hay un silencio bloqueado, de quien está absorto en un confuso diálogo interno de voces, sensaciones vividas como ajenas, palabras hostiles...

Hay un silencio catatónico, del depresivo mayor de verdad, que tiene el motor psíquico a tan bajas revoluciones que no genera ni deseos, ni movimientos, ni palabras, ni vida...

Hay un silencio manipulador, de quien castiga sin palabras a un interlocutor a quien quiere herir.

Hay un silencio mentiroso, con desviación de la mirada, de quien rápidamente compone una mentira y gana tiempo para urdir alguna medianamente creíble, salpimentándola con dramatismo expresivo...

Y hay un silencio reflexivo, de quien piensa antes de hablar, y se toma unos segundos de silencio...



También los profesionales tenemos silencios


Hay un silencio ignorante, de quien no sabe lo que debería saber, y protege celosamente su honor callando.

Hay un silencio aburrido, distraído, de quien deja que el paciente hable y hable, y ya pasará el siguiente.

Hay un silencio lacaniano, curativo o dañino como un bisturí, que arroja al paciente al vértigo de hablarse.

Hay un silencio cansado, de profesional quemado, que calla por no rabiar...

Pero hay también un silencio respetuoso, breve, ágil, que invita a seguir hablando.



Y también los centros psiquiátricos tienen sus silencios:

Un silencio neuroléptico, zombi, apagado y lastimoso.

Un silencio egoísta, insensible, roto de vez en cuando por gritos sin eco.

Un silencio asustado, carcelario, "ordenado".

Y hay también un silencio sereno, de personas que no gritan porque están ilusionadas o en paz, de pacientes que no están, porque hacen más y más vida fuera del centro, y de palabras que no se oyen porque se dicen en la intimidad respetuosa de un despacho...



"El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de su silencio" 

Aristóteles

No hay comentarios:

Publicar un comentario