martes, 8 de noviembre de 2016

Entendiendo lo que valoramos: La Soledad




Hummm. La soledad. A veces, es necesaria, como un modo de descansar de ese incesante gasto de energía que es la compañía cuando nos exige un esfuerzo (cuidarla, soportarla) .. A veces basta con un instante, como un respiro para tomar el aire que gastamos en palabras que cuidan, o para expulsar el que retenemos por no soltar palabras que hieran. ..

E incluso a veces hace falta prolongar esa soledad, como cuando casi todas las compañías son cargantes, y uno prefiere estar sólo que mal acompañado. ..

Pero hablemos claro. Algo malo sólo es aceptable para evitar algo peor. La soledad sólo es válida cuando la compañía es ese infierno que era para Sartre... Si no, es una pobreza. No es bueno vivir sólo. A solas, sentimos sed de miradas que nos quieran y nos reconozcan. Echamos en falta compañeros de batallas. Somos más fácilmente engañables por otros (o por nosotros mismos ). Y nos falta algo del sentido de la vida: amar y ser amados.

Así pues, pensemos en el debate entre soledad versus compañía como una cuestión de escalones: Primero, alejarnos de las malas compañías. Luego, cuidarnos en soledad (o buscando cuidadores válidos). Ojo. Cuidarse es hacer lo básico y sencillo, no obsesionarse ni empacharse de trocitos parciales de cuidados. Luego, compartir con buenos compañeros de salud. Luego, quiza, desde nuestra salud recuperada, encontrar a alguien valioso que valore como único nuestro valor, y enamorarnos, y quizá formar una pareja que camine en sintonía para con-vivir. Y por último, buscar también, desde nuestra salud ya bien sólida, echar una mano en equipos que cuidan a quien aún lo necesita (formar una familia que cuide a sus pequeños, o unirse a una organización de defensa de seres más débiles).

Y cómo se van subiendo esos escalones? Pues poco a poco. A veces queremos subirlos de golpe, y buscamos fuentes fugaces del afecto de pareja cuando aún no nos hemos cuidado bien... Y claro, lo fugaz dura poco, o era falso, o era dañino, o lo agarramos con fuerza excesiva por el miedo al vacío que nos dejaría perderlo... No. Subir los escalones a lo loco no es aconsejable.

Yo creo que es mejor hacer como uno de los protagonistas de la Historia Interminable, Atreyu, cuando tuvo que cruzar la tercera puerta. Resulta que ésta se mantenía firmemente cerrada cada vez que intentaba abrirla. Así que, tras varios esfuerzos vanos... dejó de preocuparse de ella, se ocupó de otras cosas (buenas, como contemplar las maravillas que le rodeaban) y en un momento dado, y sin buscarlo, su mano se apoyó sobre el picaporte y... milagro, la puerta se abrió.

Lo dice la sabiduría popular. El amor llega, no se busca. Se puede buscar, claro, seduciendo, y probablemente cacemos algo si ofrecemos un buen señuelo, pero... es eso lo que queremos? Alguien que quiera la imitación disfrazada de nosotros? Lo dudo.

Queremos alguien enamorado de la mejor versión de nosotros (la que tenemos cuando nos cuidamos), y que, porque nos quiere, nos cuidará (sin descuidarse) cuando la situación lo requiera.

Suerte. Todos somos amables, si queremos...

2 comentarios:

  1. No sabes lo que me ha alegrado entrar en el blog y ver que hay nuevas entradas. Un afectuoso saludo

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  2. Comparto tu alegría etenufetam.
    Llegó la tan esperada 3ª temporada.

    Gracias Guillermo.

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