lunes, 22 de enero de 2018

Las emociones




Voy a intentar resumir en una breve entrada un esquema básico que pueda ser útil para eso que escuchamos tantas veces como muy importante: aprender a manejar las emociones.


Voy a partir de tres premisas

1. La primera es que todas las emociones son útiles e informativas, y por tanto inicialmente no han de ser juzgadas como buenas o malas, ni manejadas mediante los extremos de obediencia automática o represión

2. La segunda es que las emociones tienen que ver con nuestras necesidades y para ello me voy a basar en la pirámide de Maslow

3. Y la tercera es que las emociones primarias son básicamente las mismas en cualquier ser vivo, pudiendo resumirse prácticamente en 6 (de las que luego nacerán cientos de sentimientos complejos y matizados)


Vamos allá:  si recordamos la pirámide de Maslow, el ser humano tiene 5 niveles de necesidades:

en primer lugar las necesidades básicas
en segundo lugar la necesidad de asegurar que sus necesidades no van a ser dañadas o arrebatadas
en tercer lugar la necesidad de sentirse querido y cuidado
en cuarto lugar la necesidad de sentirse valioso y reconocido
y en quinto lugar la necesidad de que su vida tenga un sentido


Pues bien. Ya muchos autores han planteado que existen seis emociones básicas: el asombro, la alegría, la ira, el miedo, la tristeza y el asco. Quien quiera ver un buen ejemplo de estas puede disfrutar de la genial película de Pixar Inside out (con el matiz de que en el personaje de alegría funden la alegría y el asombro)




Ahora vamos a plantear las emociones como esa marcha del coche que nos señala en qué dirección podríamos moverlo, pero que no lo hará hasta que no soltemos el embrague. De hecho la propia palabra lo dice. E-moción. Ex-movere. Lo que podría mover...

Básicamente al percibir a través de nuestros sentidos una situación podemos tener dos direcciones básicas de movimiento una hacia la situación y otra en contra de la situación. La intensidad del movimiento sugerido será proporcional a la intensidad de la emoción que sintamos (en los casos extremos, se llega al bloqueo, al desbordamiento, o a la explosión).


Empecemos por las de sentido contrario

1. Cuando experimentamos que algo nos quiere privar injustamente de una necesidad básica o del afecto y reconocimiento sentimos ira (como emoción, eso nos sugiere movimientos de lucha).

2. Cuando experimentamos que algo superior a nuestras fuerzas nos puede privar de una necesidad básica sentimos miedo (y eso nos mueve hacía el alejamiento en forma de huida, o el bloqueo tratando de aferrar lo amenazado o de pasar inadvertidos).

3. Cuando experimentamos que de hecho estamos perdiendo algo de nuestras necesidades básicas sin poder hacer nada por evitarlo sentimos dolor y tristeza y eso nos mueve a llorar o lamentarnos (lo que posiblemente nos mueva a cuidarnos, a buscar cuidados, y "conmueva" a quienes nos rodean (y nos quieran) a acercarse para cubrir en la medida de lo posible esas necesidades que han quedado al descubierto)

4. Cuando experimentamos que alguno de los medios con los que pretendíamos cubrir nuestras necesidades no es auténtico o es tóxico experimentamos repulsa o rechazo y eso nos mueve a expulsar lejos de nosotros esa falsa fuente de cubrir necesidades (en el caso de los alimentos nos mueve a vomitarlos, y en el caso de las conductas que intoxican nuestra salud personal o de grupo (conductas repelentes), a expulsar a quien las realiza o a alejarnos del lugar tóxico.



Y a continuación, las dos de sentido positivo (son menos, pero eso es comprensible, pues la emoción positiva señala genéricamente "buen camino", y en cualquier camino hay una dirección correcta y varias incorrectas).




5. Cuando experimentamos que algo está cubriendo adecuadamente nuestras necesidades básicas de afecto o de reconocimiento sentimos alegría y satisfacción (eso nos mueve a seguir haciendo lo que estábamos haciendo y satisface nuestras necesidades). Ojo, también puede movernos a no movernos, a quedarnos demasiado anclados en esa satisfacción conformista y, a medio plazo, empobrecedora.

6. Y por último cuando experimentamos que algo cubre nuestras necesidades más de lo esperado (o nos daña más de lo esperado) experimentamos asombro y eso nos mueve a ampliar de modo extraordinario las vías a través de las cuales nos llenaremos de lo deseable ... Ojo, que también puede movernos a lanzarnos de forma imprudente hacia lo que nos asombra, y eso puede suponernos un alto precio...






La anticipación de emociones de satisfacción o asombro nos produce deseo mientras que la anticipación de emociones de ira repulsa tristeza miedo nos produce inquietud. En ambos casos, ese deseo produce una forma de "activación" psíquica y física que conocemos como ansiedad. Los comerciantes son expertos en producirlo (lucecitas, anuncios llamativos, olores...) para provocar la compulsión de aliviarla adquiriendo lo que "deseamos". Y eso es lo que ellos desean...

Ese deseo o esa inquietud pueden ser incrementados hasta llegar al punto de la excitación (en el caso del deseo) o de la angustia (en el caso de la inquietud).









Bueno. Pues con todo lo anterior, vamos al manejo de esas emociones. Primero pondré lo que aconsejablemente hemos de evitar, y luego lo que aconsejablemente hemos de procurar.


A. EVITA LA OBEDIENCIA AUTOMÁTICA, PERO NO LO HAGAS "REPRIMIENDO"


Por eso, cuando sientas una emoción muy intensa (incluidas las "positivas, que también tienen sus riesgos), recuerda los dos pasos:




1. Primero, sentir (como el viento que sopla, o el aire que llena los pulmones) Nunca dejes de sentir. No frenes la emoción. Acéptala como real (lo que no significa que aceptes como deseable lo que la ha producido, eso sería conformismo). Lo que hay que "frenar" (en realidad, basta con no activarlo) inicialmente es el movimiento... Actuar “en caliente” hace mucho más probable que no sopeses bien la situación, o el daño propio o ajeno que pagarás (o costará) tu solución impulsiva.


2. Y a continuación, templar. Para “enfriar” las emociones, desahógalas hablando, caminando, oyendo música, llorando… lo que mejor te funcione.  Incluso puedes usar el siempre a mano remedio de respirar la emoción (como quien sopla la cucharada de sopa demasiado caliente, o quien resopla al meterse un trozo de comida que quema...): un buen resoplido para la rabia, un buen suspiro para la tristeza, una buena bocanada de aire para el miedo... e incluso esa salva de espiraciones rápidas y desdramatizadoras de una buena carcajada...


Como curiosidad, diré que de hecho, de modo natural ya lo hacemos, y a veces esa sucesión de emociones que vemos ante cualquier duelo se entiende bien viendo cómo el cuerpo reequilibra su volumen de aire...
A la respiración detenida (reteniendo el aire) del miedo le suele seguir un suspiro de alivio...

A la inspiración rápida y enérgica (que nos prepara para la lucha) de la ira, le suele seguir esa espiración ruidosa (a menudo, un grito, una palabrota) que prolonga, al cerrar parcialmente la salida de aire para emitir el sonido, la duración del mismo en los pulmones "por si acaso", y mantiene en tensión nuestros músculos de tórax y abdomen.
Al deshincharse de aire de la tristeza le suele seguir una inspiración profunda de consuelo, o si se quiere acelerar, una inspiración rápida al mirar lo triste desde su faceta iracunda...
A la inspiración profunda del asombro le suele seguir una expresión vocal de desahogo (uau!!!).
A la respiración profunda de la satisfacción le suele anteceder una inspiración "extra" para coger buena cantidad de aire y espirar "a gusto".
A la espiración profunda de la repulsa y con sonidos guturales de regurgitación (intentando expeler el "aire tóxico") le suele seguir una inspiración rápida y superficial, intentando coger lo mínimo de volumen necesario para seguir expeliendo. 



Y para los "calentones" frecuentes (todos tenemos algún tema especialmente sensible y recurrente) haz como el gato de la fábula: en lugar de tener mil planes de huída (como el zorro, al que se comieron los perros), ten un plan sencillo pero eficaz (el que mejor te haya funcionado en crisis anteriores), y llévalo a la práctica. A veces no da tiempo a frenarse, a ser tan prudente como aconsejaba en el primer paso. Por eso, en las carreteras con mucha pendiente ponen zonas de frenado.





Y por eso, los que no somos insensibles, y sabemos que a veces podemos "acelerarnos", viene bien que tengamos un remedio sencillo, preparado y entrenado, para evitar perder nuestra libertad. Si no se te ocurre ninguno, la sabiduría popular dice que cuentes hasta cien (y así, tu mente se concentra en algo, deja de sentir la tensión, y le das al cuerpo los dos minutos que necesita para que el subidón de adrenalina se disipe...). 




B. APROVECHA LA EMOCIÓN PARA QUE TE AYUDE A ESTIMAR BIEN EL VALOR, EL PRECIO Y EL COSTE PROPIO Y AJENO.

Cuando la emoción haya pasado, y hayas tenido tiempo de ver otras emociones al respecto, o de mirar con un poco de perspectiva, o de escuchar emociones de otros, o de preguntar a alguien de confianza, si no lo ves claro.... entonces podrás sopesar, y valorar bien cómo resolver esa necesidad de Maslow dañada o ansiada. Y si la emoción se ha enfriado demasiado, entonces caliéntala un poco volviendo a pasarla por el corazón (re-cordándola). La salud mental no es decidir en frío. Eso es psicopatía. Es decidir en templado (no confundir con tibio...)


Pero como valorar es todo un arte (especialmente confuso en estos tiempos en que valor, precio y coste se simplifican a menudo en una cifra monetaria...), le dedicaré una entrada aparte.
Cuando tengas que valorar algo con templanza, recuerda las dos manos.



Hay que encontrar el equilibrio dinámico, en movimiento, entre lo que nos dice la emoción y lo que nos dice la realidad. Es casi como cocinar, al calor de la emoción, lo crudo de lo real. Y ahí, cada uno vamos aprendiendo a encontrar "el punto", según cada alimento, y cada ocasión...  





2 comentarios:

  1. Cuanto me alegro de que vuelva a llenarnos con su sabiduría y comparta de forma altruista. Gracias. Un abrazo

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  2. Gracias por tus palabras. En los próximos días iré compartiendo algunas entradas más que voy preparando. Es lo bueno de la comunicación: unos a otros nos hacemos algo más sabios.

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