martes, 20 de febrero de 2018

Psiquiatría y fe







Hoy voy a hacer una entrada diferente: me aprovecharé de las herramientas audiovisuales para escribir poco pero tratar de decir mucho sobre un tema que me parece fundamental: la decisión de creer en aquello que intuimos, pero no vemos nítidamente. 

Para ello, y apoyándome en algunas entradas anteriores (la de la verdad, la de la economía de decisiones, la del heroísmo y equipo y la de los testamentos culturales escritos) hoy voy a dejar tres enlaces: 

El primero es un vídeo sobre una charla que mantuve en uno de los centros en los que trabajo, a propósito de la relación entre psiquiatría y fe.





El segundo es una canción que, a modo de resumen de lo anterior, escribí y compartí hace unos días con un grupo de amigos en un pequeño festival (dejo enlace a la letra aquí).

GRACIAS


https://soundcloud.com/guillermo-gonzalez-478406394/oir-para-creer-m4a


Y el tercero es una novela (sí, una que fui escribiendo poco a poco...) que trata precisamente del sentido que comparte la buena salud mental con el buen cuidado del espíritu. Se titula Vía, y se puede adquirir en formato papel aquí, o en formato electrónico aquí. Y como no creo mucho en los derechos de autor, se publica sin nombre, y los beneficios van a una buena organización de caridad. 

Espero que sean de provecho.





jueves, 1 de febrero de 2018

Economía de las decisiones

No. No voy a hablar de dinero en esta entrada. Creo en el dinero lo justito para ir tirando, pero creo también que ha amalgamado en números concretos tres conceptos (valor, precio y coste) que en su origen eran bien distintos, y que reflejan mejor el valor de las cosas, y cómo de bueno es un bien...






Vamos a definir varios conceptos, fijándonos primero en lo que se produce al intercambiar bienes. Cuando yo quiero un bien que valoro, entrego una "moneda" (físicamente, o figuradamente, como mi tiempo, mi conocimiento, mi atención, etc...) que el poseedor del bien valora. Y esa moneda tiene una cara, y una cruz. Pues bien: al valor del bien le llamaré valor, a la cara de la moneda le llamaré precio, y a la cruz de la moneda le llamaré coste. Y el vendedor hará lo contrario, valorando mi moneda como un bien, y asignando a su producto una cara (aprecio que él estima que tiene su producto) y una cruz (lo que le ha costado obtenerlo). 


Vamos pues con las definiciones de conceptos:



I. el primero es el valor en sí: hablaremos de qué algo es más o menos valioso en la medida en la que produzca mayor cantidad de bienes durante más tiempo. Un título universitario era muy valioso hace años, por ejemplo, pues producía bienes a quien lo poseía (un trabajo bien remunerado) durante toda su vida. Una raya de cocaína es poco valiosa, porque aunque produce algún bienestar (euforia, apariencia de autoestima, vigor...) éste es fugaz. Y se cobra un alto precio...

II. El segundo es el coste: llamaremos coste a la perdida o daño (el valor negativo) que asumo para obtener algo más valorado por mí.  Aquí viene bien tener en cuenta que entre los costes se incluye el de dejar de hacer aquello que no elijamos por haber elegido otra cosa. A eso los economistas lo llaman "coste de oportunidad", y es muy importante al juzgar como buena o mala una decisión. La sabiduría popular dice que  algo  es muy valioso cuando vale la pena.

III. El tercero es el precio: llamaremos precio al valor de aquello que aceptaría (o entregaría) a cambio de entregar (o aceptar) algo que valoro.


No obstante, a la hora de tomar decisiones lo que tomamos en cuenta es el valor subjetivo (la valoración), la estimación del precio (aprecio) y la asunción (acto de asumir) el coste. Y eso, a la hora de concretarse en acciones depende de una serie de factores.


1. De las emociones que sintamos en ese momento: por ejemplo, alguien sediento valorará mucho el agua, y pagará un alto coste o un alto precio por ella

2. El conocimiento, que permite asignar un fundamento más real al valor en sí de lo que queremos obtener y al coste y precio que vamos a asumir por ello.

3. Y el juicio (balance de valor, coste y/o precio) que, como en muchos casos no se va a hacer con la precisión de quién calcula con piedrecitas o cálculos, se basará en lo que llamamos la estimación, es decir: ese ojo de buen cubero que depende de la estima que en nuestro ánimo provoquen tanto el bien a conseguir como el daño que costará o el precio que daremos a cambio. Se dice que algo es precioso cuando lo valoramos a un alto precio, y se dice que algo es muy caro cuando (etimológicamente hablando) es muy querido y por tanto sólo estaríamos dispuestos a desprendernos de ello por algo aún más querido, por un alto precio.


Ya hace mucho tiempo la humanidad se dio cuenta de que si los seres humanos tomaban las decisiones basándose en valoraciones para sí, y valorando poco el bien ajeno, o estimando en poco el coste en daño ajeno o valorando poco el precio en bienes ajenos perdidos, a medida que se iban tomando decisiones egoístas la comunidad resultaba más y más dañada.

Por eso, como buenos jugadores de ajedrez que saben anticiparse en varias jugadas a la realidad, muchas personas consideran capital para evitar daños futuros formar a los ciudadanos de manera que aprendan a estimar aquello que es realmente valioso y a no estimar aquello que produce valores fugaces o que supone costes elevados en daños propios o ajenos precios elevados en daños propios o ajenos... Vamos, lo que viene siendo la educación...

Pero también aprendió lo necesario que es aprender a dar verdadero valor a lo que va a producir bienes sólidos y duraderos en el tiempo, y a no evitar a toda costa el daño propio o el pago de cualquier precio (pérdida de algunos bienes pequeñitos) si era por obtener algo realmente valioso.

De hecho, la psicoterapia podría resumirse de modo minimalista en el proceso de acompañar a las personas en el aumento de valor de su vida pagando precios cada vez menores, y asumiendo sólo los costes por lo que valga la pena...



Por eso, al mirar a mi alrededor, creo que, a pesar de lo loco que parece el mundo al valorar y al pagar precios, vamos por el buen camino. 


Que así sea.