martes, 15 de noviembre de 2016

PUNTUALIDAD Y PROCRASTINACIÓN: SOBRE LA ORGANIZACIÓN DEL TIEMPO



Muchas veces nos han recordado la importancia de aprovechar bien el tiempo de vida, pues es un bien precioso, caro (querible) y escaso, como los buenos tesoros. Los antiguos nos lo decían (tempus fugit… carpe diem…memento mori…el tiempo es oro…), los profetas de diversas religiones lo predicaban (San Pablo decía a los efesios “por tanto tened cuidado cómo andáis, no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo…”, ) y los anuncios de la tele nos venden productos triviales envueltos en frases ciertas y sabias sobre el tiempo (just do it, life is what you make of it, etc…).

Tiempo y salud mental van muy unidos. En su momento publiqué aquí una entrada sobre las distintas maneras de vivir mentalmente el tiempo, y sus consecuencias. Pero hoy quiero centrarme en el contenido del tiempo, en lo que hacemos con él.

En esa novela clarividente llamada Momo (y que conservo como uno de mis primeros recuerdos de literatura de verdad cuando aún era un niño) ya se exponía la paradoja gris de cómo al atarnos a mil y un cachivaches y compromisos que supuestamente nos ahorrarían tiempo, en realidad nos estábamos hipotecando y lastrando, de manera que dejábamos de dedicar esa vida (y ese tiempo de vida) a las cosas verdaderamente importantes, es decir, nuestro cuidado y el de quienes nos rodean.

Así que... empecemos por las señales que nos dicen que no nos estamos organizando bien.

La primera es la procrastinación. Pero…¿qué es la procrastinación?
En una definición de lo visible, es la tendencia a postponer o retrasar el cumplimiento de obligaciones… Y sin embargo, en una definición algo más profunda, diríamos que es la resistencia que experimentamos a hacer un esfuerzo que supera el valor de lo que aparentemente nos ofrecerá a cambio. Así pues, no toda procrastinación es negativa. A veces, incluso es sana (hay quienes nunca procrastinan porque no saben disfrutar de la vida, o porque viven atemorizados por incumplir cualquier cosita, o porque obtienen un reconocimiento egocéntrico y enorme ante sus tareas…).  

La segunda es la impuntualidad (una forma específica de procrastinación). Y …¿Qué es la impuntualidad?
En una definición de lo visible, es la tendencia a retrasar el cumplimiento de la obligación de dejar algo para llegar a tiempo a una cita… Y sin embargo, en una definición algo más profunda, diríamos que es la resistencia que experimentamos a hacer un esfuerzo (por ejemplo, abandonar algo agradable que estábamos haciendo) que supera el valor de lo que perderemos si llegamos tarde. Así pues, no toda impuntualidad es negativa. A veces, incluso es sana (hay quienes nunca llegan tarde porque no saben disfrutar de lo que hacen, o porque viven atemorizados por el reproche en caso de llegar tarde, o porque obtienen un reconocimiento egocéntrico ante sí mismos al “cuadrar” exactamente sus horarios…).

Y la tercera es… el estrés. En una definición libre, diría que es el desgaste psíquico y físico derivado de un mantenimiento excesivo del nivel de esfuerzo (entendiendo que el esfuerzo en sí mismo no es patológico, si se alterna con el reposo). Así pues, sentirse estresado es la señal de que, o bien nos estamos cargando de excesivas tareas, o bien estamos intentando cumplirlas con un grado de rigor excesivo.

Y es que hay tareas francamente absurdas en este mundo, y nuestro inconsciente nos avisa…

Pero como no podemos cambiar el mundo de golpe, y lo cierto es que tenemos ya una serie de compromisos adquiridos, como los “impuestos” que pagamos, hoy quiero reflexionar sobre las buenas maneras de organizarse. ¿Y por qué? Pues porque no queremos, en general, dejar que se nos pase la vida procrastinando lo importante, ni cargando a quienes nos rodean con la tarea de esperarnos, ni sobrecargándonos de cosas que nos agobien, impidiéndonos llenarnos de lo más valioso.


Como principio general, antes de hacer un plan, hay que estar sereno, así que nunca organicemos sin haber desahogado primero  aquello que nos ahoga, o sin haber alimentado aquello que nos tiene hambrientos.

Desde la serenidad, pensemos que en el día a día tenemos tres tipos de asuntos importantes:

1.       Aquellos asuntos a los que nos hemos comprometido con otras personas (y en los cuales si fallamos nos fallaremos a nosotros y a otros),

2.       aquellos asuntos para los que necesitamos personas o cosas (y a las que aunque no nos comprometemos, no podemos decidir del todo libremente cuándo estarán disponibles)

3.       y aquellos asuntos para los que nos bastamos solos, y que por tanto siempre están a nuestra mano.

A ese primer grupo de asuntos le llamaré piedras (y pueden ser grandes o pequeñas según cómo sea de importante el asunto), al segundo grupo de asuntos le llamaré arena, y al tercer grupo de asuntos le llamaré agua. Y a continuación expondré un cuentecillo que habla de piedras, arena y agua.






Cierto día un motivador estaba dando una conferencia sobre gestión de tiempo a un grupo de profesionales. Para dejar en claro un punto utilizó un ejemplo que los profesionales jamás olvidaran.


De pie frente a un auditorio compuesto por gente muy exitosa dijo:

Quisiera hacerles una pequeña demostración...
De debajo de la mesa sacó un jarro de vidrio de boca ancha y lo puso sobre la mesa frente a él. Luego sacó una docena de piedras del tamaño de un puño y empezó a colocarlas una por una en el jarro.

Cuando el jarro estaba lleno hasta el tope y no podía colocar más piedras preguntó al auditorio: ¿Está lleno este jarro? Todos los asistentes dijeron ¡Sí!
Entonces dijo: ¿Están seguros? Y sacó de debajo de la mesa un cubo con piedras pequeñas de construcción. Echó un poco de las piedras en el jarro y lo movió haciendo que las piedras pequeñas se acomoden en el espacio vacío entre las grandes.
Cuando hubo hecho esto preguntó una vez más: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez el auditorio ya suponía lo que vendría y uno de los asistentes dijo en voz alta: “Probablemente no”.
Muy bien contestó el expositor. Sacó de debajo de la mesa un cubo lleno de arena y empezó a echarlo en el jarro. La arena se acomodó en el espacio entre las piedras grandes y las pequeñas.
Una vez más pregunto al grupo: ¿Está lleno este jarro?
Esta vez varias personas respondieron a coro: ¡No!
Una vez más el expositor dijo: ¡Muy bien! luego sacó una jarra llena de agua y echó agua al jarro con piedras hasta que estuvo lleno hasta el borde mismo. Cuando terminó, miro al auditorio y preguntó: ¿Cual creen que es la enseñanza de esta pequeña demostración?
Uno de los espectadores levantó la mano y dijo: La enseñanza es que no importa como de lleno esté tu horario, si de verdad lo intentas, siempre podrás incluir más cosas.
¡No! replicó el expositor, esa no es la enseñanza.
La enseñanza es que si no pones las piedras grandes primero, no podrás ponerlas en ningún otro momento.

Así pues, y como dice el refrán, al organizarse… primero la obligación, y después la devoción.

Y si queremos llevar una vida ligeros de equipaje (podemos imaginar que el “tarro” del cuento es una “mochila” de actividades que tenemos que llenar… ) llevemos pocas piedras. Y recordemos que, si no llenamos nosotros la mochila con lo que elijamos... otros nos la llenarán con lo que les convenga.


Y ahora, vamos a lo concreto
¿Cómo sacar más rendimiento al tiempo, y cómo organizarse mejor?

Bueno. Aquí pongo una sugerencia.

Material: un corcho para poner los horarios semanales o compromisos del mes, una agenda para las obligaciones personales, y un reloj.

Método:
De manera similar a los criterios para elegir casa (situación, situación, situación), o a la hora de llenar bien una mochila, lo mejor de nuestros esfuerzos y reflexiones ha de ir a… elegir tareas vitales (aquellas que hacen rendir nuestros talentos, y que nos hacen disfrutar de buenas compañías). El tema es tan importante que les dedicaré una entrada (en prosa, ya que en verso lo hice aquí y aquí).

Cada mes, apuntar las “piedras” en el corcho.  De modo general, merece la pena cuidar de no poner muchas tareas de ese tipo, y valorar bien que las que pongamos sean realmente necesarias o valiosas. A diario, llevar la agenda para apuntar las tareas/citas personales no repetitivas.

Antes de hacer una tarea incómoda, desahogar y llenar (ir al baño, descansar un rato, comer algo ligero si tenemos hambre, oir algo de música, disipar la imaginación, soltar tensión...). Y luego, ponerse a ello con intensidad, con la misma rapidez con la que caminaríamos por un lugar maloliente... Y cuando parezca que las “tareas” son cansadas… resoplar, pues sí lo son, y luego pensar que… más duro aún es no poder hacerlas (los millones de personas cuyo día a día se va en sobrevivir…) o decidir no hacerlas (los que esperan que el mundo se lo dé todo hecho, y se sienten vacíos…)

Y cuando ya hemos cumplido las  tareas de cada momento (profesionales, de ocio y domésticas), tener prevista una actividad agradable (de “arena”, como un programa de TV concreto que nos guste, una actividad “de apuntarse”, una conversación o una cita con alguien querido…), o improvisar una de “agua”, como pasear, ver algo de internet, meditar, oir música, darse un baño…

De manera espontánea, a medida que nos organicemos mejor, irán menguando las “señales” que mencionábamos al principio (la procrastinación, la impuntualidad y el estrés). Pero como a veces se crean malos hábitos, aquí van tres remedios para los “restos” que queden…

Para la procrastinación: revisar si aquello que retrasamos era realmente necesario, y si no, no hacerlo, y si sí, entonces ponerse cuanto antes.

Para la impuntualidad: como la mejor manera de predecir el futuro es el pasado, y el impuntual suele calcular con “optimismo”, restar a la hora “idealmente” calculada de salida el tiempo que “realmente” solemos retrasarnos en otras ocasiones. Funciona.

4 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por su análisis ,tan inteligente como generoso. Nos ayuda a la reflexión y esa ayuda siempre es de agradecer

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  2. Gracias a ti por tus palabras. La blogosfera sirve para eso, para que un pequeño esfuerzo de uno ahorre esfuerzos de muchos. También yo leo blogs, y los agradezco.

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  3. Excelente!!! Hace tiempo aprendí que si atiendes las los asuntos importantes en raras ocasiones tendrás que atender asuntos urgentes. Los asuntos importantes no atendidos hoy suelen ser los urgentes del mañana. Las piedras grandes primero

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  4. Gracias, Arturo. No olvido la lección práctica que nos diste a muchos moviendo piedras bien grandes. Espero que pronto se muevan montañas...

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