martes, 2 de junio de 2015

La verdadera locura







Quiero hablar hoy de una situación exasperante para muchos pacientes y para quienes tratan de ayudarles: la falta de fe (es decir, de confianza, o de crédito) por parte del "otro". Quiero aclarar que personalmente nunca me gustó la palabra fe. Prefiero la palabra confianza, porque fe es la adhesión más allá de la razón a una idea, y eso me parece absurdo. Confianza en cambio es la adhesión (más allá de la razón pero basada en la intuición) a lo que dice una persona que se gana nuestro crédito por sus hechos o por su mirada.


De pequeño yo leía muchos cuentos y recuerdo uno que me llamaba la atención particularmente porque se repetía en distintas versiones y tenía cuatro finales claramente diferentes.

Es el cuento del joven que se encuentra con una anciana, o simplemente un desconocido, que le pide su confianza sin darle signos o pistas para hacerlo. Esos cuentos terminaban de cuatro maneras:

1. el desconocido realmente merecía esa confianza y cuando el joven no se la daba perdía una oportunidad 

2. el desconocido realmente merecía esa confianza y cuando el joven se la daba ganaba un Gran Premio 

3. el desconocido realmente no merecía esa confianza y cuando el joven no se le daba evitaba un gran peligro 

4. el desconocido realmente no merecía esa confianza y cuando el joven se la daba recibía un enorme castigo



Así pues, como no me gusta jugar al azar con mi confianza, aplico para mí mismo (y quien quiera imitarlo, que lo haga) la regla de no dar la confianza a ciegas, y por tanto no actuar por "fe ciega", ya que podrías ganar mucho, pero también podría caer en manos de desaprensivos o acabar en el fanatismo.

He visto cientos de casos en que un paciente se enfadaba al ver que su "verdad" no era creída, y el familiar se desesperaba al ver que el paciente sí creía su "locura". Y tras quince años de ejercicio profesional, voy llegando a la conclusión de que, cuando dos personas de buen corazón discrepan apasionadamente sobre algo, es que ambas "verdades" contienen un trozo importante de "verdad". Quizá lo patológico no sea, por tanto, decir tal o cual cosa, sino dejar que ese trozo de verdad que se defiende crezca desmesuradamente, ocupando más espacio en el ánimo, la conducta y el pensamiento del que merece, y aislando a la persona.

Pongo ejemplos:

Recuerdo que uno de los primeros pacientes a los que ingresé de manera involuntaria era un buen hombre que había llegado a la conclusión de que todos los seres humanos somos hermanos. Dicho así, suena muy razonable (y de hecho lo es). El problema era que el paciente en cuestión había llegado a esa conclusión con la percepción de que era el primer ser humano que lo descubría, y por tanto se sentía compelido a hacerlo saber a todo el mundo de manera inmediata, para lo cual escribió su idea en una serie de folios, hizo miles de fotocopias y se plantó en medio de la estación de Atocha repartiendo de manera indiscriminada su mensaje... Probablemente estaba en una fase de exaltación maníaca del ánimo por sensibilidad bipolar o ciclotímica, y no había encontrado el modo de templarse...

Otro ejemplo: en la entrada sobre la insensibilidad explicaba cómo muchas de las afirmaciones que las personas diagnosticadas de psicosis defienden son en realidad conclusiones lógicas que, por fatiga psíquica, o por hiperexcitación mesolímbica, no pueden inhibir con la misma eficacia que lo hacemos los demás. Por ejemplo, que los vecinos hacen ruido, que la gente por la calle te mira, que el presentador que mira a la cámara parece que te está mirando a ti, o que la mayor parte de noticias en cierto modo pueden ser interpretadas de un modo que nos alude personalmente. A un paciente así habría que comenzar diciéndole "claro, muchacho, todo lo que nos rodea nos concierne, pero no vengas ahora a descubrir América, porque América ya estaba descubierta... Nuestra tarea diaria es seguir con nuestra vida a pesar de las miradas que nos cruzamos en la calle, de los ruidos de los vecinos, o de que los presentadores se empeñan en fingir que nos están mirando cuando en realidad sólo miran a una cámara...". No obstante, la información es como la comida: sólo hay que darla cuando el que vaya a recibirla esté preparado para digerirla, y en pleno brote psicótico lo inicial es poner medidas de reposo, cuidados, y algún neuroléptico. Luego vendrán las explicaciones...


Otro ejemplo: en griego sentimiento se dice pathos. Ya en aquella época se dieron cuenta de que había personas antipáticas, es decir, los que no conectan con las emociones de los demás, y simpáticas es decir aquellos que conectan incluso a nivel vegetativo con los sentimientos y las emociones de los demás. Hemos desarrollado también la palabra empatía para describir esa conexión inmediata y cercana ante las emociones de quienes nos acompañan, y la palabra telepatía para aquellas circunstancias en las que la conexión se produce a mucha distancia física entre las personas. Así que cuando un paciente siente que su mente está en conexión con la de otras personas a distancia habría que decirle "claro muchacho tú tienes empatía, o si estás utilizando WhatsApp tienes telepatía, o si lo que ocurre es que estás "vibrando" y sintiendo al mismo ritmo que la gran conciencia universal, entonces lo que tienes es un estado de excitación propia de la ciclotimia en su fase de exaltación, o un estado de iluminación que ya los budistas y los místicos vivieron como gozoso, aunque eso segundo cuesta mucho alcanzarlo. No dejes que algo en el fondo alegre se convierta para ti en obstáculo en tu crecimiento personal, y sobretodo no otorgues grado de certeza a las comunicaciones concretas que sientes por telepatía, salvo que te lleguen por escrito... Y nunca bases tu autoestima en esa "sensibilidad". Basa tu estima en lo que tu conciencia clara te diga, y en lo que la gente de buen corazón que te conoce y te quiere te estime".

Último ejemplo: la mayor parte de delirios (maníacos, depresivos, o conspiranoicos) son conclusiones literal y completamente erróneas, pero sobre una base que podría ser verdadera en otro contexto. A veces hay gente a la que persiguen, graban o espían (como sabe cualquier profesional de fuerzas de seguridad), a veces las parejas son infieles (como saben los dueños de moteles), a veces en los trabajos hacen mobbing (como saben los millones de empleados que lo sufren), a veces hay conspiraciones de poderosos (como saben los internautas curiosos), a veces alguien siente intensa culpa con razón (como saben los que en un momento de ira han dañado algo querido), o grandeza al unirse con el todo (como saben los budistas), o que por nuestras venas corre sangre de reyes (como sabe cualquiera que lea la historia de miles de bastardos que esparcieron su semilla) o plenitud al sentir que nos completamos al unirnos a alguien valioso (como saben los enamorados) o un intenso gozo al saberse criatura filial de un Dios paternal (como saben los católicos)... 


Voy concluyendo, por tanto, definiendo la locura: parafraseando a la madre de Forrest Gump, loco es el que hace locuras. En la unidad en la que trabajo, habitada por 30 personas diagnosticadas de esquizofrenia y similar, hay tanto sentido común en el día a día que sólo cuando alguien hace algo injustificado contra la convivencia se le dice ¿Pero tú estás loco, o qué? Y quien lo dice no es un facultativo, sino unos compañeros bien cabales...


Por tanto, no es loco quien piensa tal o cual cosa, sino quien comete la locura de no amar, o de amarse demasiado (egolatrándose), o de amarse destruyendo a otros, o consumiendo sustancias tóxicas, o deseando la muerte, o creyéndose en posesión solitaria de La Verdad... Y si en algún momento sentimos deseo de hacer ese tipo de locuras, entonces no tenemos que intentar debatir su fundamento teórico: debemos pedir ayuda (compañía eficaz que cuide), para recuperar la paz de espíritu que nos permita pensar en libertad, sin que ningún pensamiento, por poco convencional que sea, nos lleve a hacer locuras...




2 comentarios:

  1. Muchas proezas- locuras en las historias de muchas vidas anónimas se realizan por amor. Un amor valiente, generoso, libre...

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  2. Me ha encantado este árticulo, sencillo pero potente.
    Me quedo con esto:
    Basa tu estima en lo que tu conciencia clara te diga, y en lo que la gente de buen corazón que te conoce y te quiere te estime".

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