viernes, 19 de junio de 2015

Arreglando el mundo








Es una frase hecha que, cuando gente con cierto conocimiento y decididos a hablar sin tapujos se ponen a hablar, arreglan el mundo

Personalmente lo he vivido muchas veces en charlas con buenos amigos (de hecho, a la vuelta, mi mujer me suele preguntar si ya hemos arreglado el mundo, y yo le suelo decir que un poco sí...).

Lo he vivido también en carreras de taxi que eran cursos acelerados de mundología (las verdades del barquero, que serían los equivalentes a los actuales taxistas: profesionales que compartían unos minutos de charla interesante con muchas personas, en un contexto en el que, por lo pequeño del espacio compartido, toca hablar de algo, y por la poca familiaridad que tienen conductor y conducido, ese algo suele ser un "lugar común"). Incluso lo he vivido en entrevistas a pacientes psicóticos productivos que eran lecciones impagables de geopolítica, metafísica, teología, o antropología jungiana (a veces descritas por médicos poco doctos como ideas pseudocientíficas, pseudofilosóficas, pseudomísticas, pseudoconspiranoicas y demás jergafasia pseudopsicopatológica...). 

La sabiduría popular ha detectado la intuición y la experiencia de cuánto de verdad hay en esas reflexiones de las personas poco encorsetadas por lo políticamente correcto (lo que la vida en polis nos ha hecho tener que inhibir...). Esa sabiduría es la que explica ese ánimo que se da a los niños para que dibujen soluciones, o esa clásica estampa del parroquiano acodado en la barra del bar mientras predica con voz aguardentosa la solución a los defectos de su país, o de su equipo de fútbol. Y en esa sabia sentencia que dice que los locos, los borrachos y los niños dicen la verdad... 

Así pues, voy a hacer una breve reflexión al respecto, en forma de instrucciones para arreglar el mundo. Aunque quien quiera, puede escucharlo con música y voz de Michael Jackson.

1. Nunca intentes arreglar el mundo a solas, ni sigas a iluminados que lo pretendan: el sentido común se busca en común.

2. Escucha las verdades de niños, locos y borrachos, pero no las sigas al pie de la letra: intuyen verdades puras, pero les falta templanza realista. Les falta un Sancho Panza.

3. Lo que no esté roto, no lo arregles. Para detectar eso, en general, lo entero nos hace felices, y lo roto, nos rompe por dentro (salvo a los desalmados, que les causa risa sardónica...)

4. Sigue la ley del mínimo esfuerzo (no confundir con la pereza o tibieza): lo verdadero, bueno y bello, es atractivo per se.

5. Sueña mucho, y sueña despierto, pero recuerda que los sueños sólo marcan direcciones: son como el senado, que da sentido y sensibilidad, pero que luego deja paso al parlamento, para que hablen y pongan lógica.

6. Nunca corrijas un error con otro error. Evolución sí, revolución no. Que la solución no implique dañar. De hecho, si los piensas en paz, implica justo lo contrario: amar.

7. Céntrate en lo deseable, no en las mil y un maneras en que las cosas no se han de hacer.

8. Recuerda que muchos sabios nos han dicho que lo sencillo funciona mejor (Ockam, Siddarta, Cristo, San Francisco, Amancio Ortega, Steve Jobs, la naturaleza...).

9. Reúnete con tus semejantes en talentos, para hacerlos crecer, y con tus complementarios en talentos, para que siempre haya ojos que saben ver lo que otros no saben.

10. Antes de arreglar lo lejano, arregla lo cercano (tú mismo, y tus próximos).

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